viernes, 13 de agosto de 2010

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Soy Felipe, tengo 20 años y estudio Arquitectura en la Universidad Católica de Valparaíso, nací y crecí en la contaminada y ahogante ciudad de Santiago. Apenas me dieron los resultados de la PSU me fui a Valparaíso, postulé, quedé y desde ahí que no he vuelto a Santiago.



Que si extraño Santiago? no, Valparaíso es lo mismo, pero con mar, más limpio y la gente es más buena.

Suena el celular, es mi vieja – Estarás el fin de semana?, con tu padre te queremos ir a ver - -Sí, si estaré, todo el día…los espero - -Muy bien, estaremos a las 11 allá- -Da igual, simplemente lleguen -.

Nunca me llevé bien con mis padres, ellos son muy cuadrados, por describirlos de alguna forma. Igual, era de esperarlo, ambos son abogados, se conocieron en la universidad, se casaron y tuvieron 3 hijos, una vida típica. Una vida que yo no quería y que por eso me arranqué

Al cortar tomo mi abrigo, mi iPod, los cigarros y mi cámara. Salgo a caminar, Valparaíso es hermoso. Me despido del conserje, pauso mi caminar, golpeo mi bolsillo, si, están las llaves, continuo, el Sol me deja ciego por unos segundos.

Cruzo la calle prendiendo mi cigarro, las bocinas interrumpen los sonidos naturales del lugar, iban dirigidas hacía mi. Crucé mal la calle.

Sigo caminando y el cigarro comienza a morir poco a poco, lo tiro al suelo y posteriormente lo piso, prendo mi cámara y comienzo a sacar fotos.

Todas las fotos están desenfocadas o fuera de lugar, no tienen ángulo definido ni menos propósito, simplemente salen y me gustan, eso es lo que importa, que me gusten a mí.

Sigo caminando, choco con la gente, hombros con hombros, sus miradas se enfocan hacia mí pero yo simplemente no los tomo en cuenta, la vida continua, mi vida continua.

Finalmente llego al puerto, saco mi iPod y suena Hoppipolla de Sigur Rós, cierro los ojos y simplemente dejo que el viento sacuda mi pelo y que me golpee la cara, no hay nada mejor que vivir en la naturaleza, bueno, no es tan natural, pero mucho más que Santiago.

La canción termina, abro los ojos y un millón de turistas están en mi alrededor con sus cámaras y flahes sacándoles fotos a mi puerto, sí, mi puerto. Cruzo entre medio de ellos, algunos reciben empujones, otros simplemente se corren solos, nuevamente las miradas estaban sobre mí, prendo otro cigarro, Sigur Rós aún forma parte de mi soundtrack.

Caminando veo un grupo de personas, jóvenes, de mi edad, eran mis compañeros de Universidad, los saludo, les pregunto que tal su día y me retiro. No me interesa interactuar en demasía con ellos, me caen bien, carreteamos juntos y todo, pero simplemente no son mi onda. Se parecen mucho a la gente promedio, son todos iguales y yo, yo quiero ser diferente, ser único y que nadie tenga que decirme alguna vez “te pareces a mucho a otro que conocí” en verdad, no, no tengo las ganas.

Sigo caminando, me detengo y me devuelvo, me voy a mi departamento.

Finalmente llego a mi departamento, prendo el computador, pongo una película, “Into The Wild” se parece un poco a mi vida, pero no la utilizo para explicar las razones de mi existencia o de mi futura no existencia.

Encuentro un poco absurdo alejarse tanto de la ciudad y de la gente para poder llegar a un auge espiritual ameno, creo que es innecesario, cada uno puede encontrar su tranquilidad con pequeñas cosas. Yo me alejé me fui a otra ciudad, me alejé de Santiago, con eso encontré mi equilibrio espiritual, no necesito más.

No necesito irme a Alaska para poder encontrarme a mi mismo y finalmente darme cuenta a minutos de mi muerte que en verdad la felicidad de comparte y ser el ícono o inspiración de una generación. No sirvo para eso, no sirvo para ser idolatrado, nadie lo necesita.

Finalmente termina la película, suena el teléfono de nuevo, mis amigos, me invitan a un carrete – Va a estar buenísimo, tocará Chico Trujillo -, -Veré si tengo ganas de ir, vale -. En verdad ni ganas tengo de salir, me quiero quedar en mi casa dibujando o viendo películas, no me gustan mucho las cosas masivas, no es de antisocial sino que simplemente encuentro que es un ambiente muy superficial, todos se conocen por interés físico y no por una cuestión de química e intelectual.

El mundo cada vez está más superficial y todos son iguales, la misma moda, el mismo vocabulario, los mismos carretes, están todos hechos con el mismo molde, por eso… yo me vine a Valparaíso, para encontrar un molde distinto a mi realidad santiaguina.

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